martes, 31 de enero de 2012
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EN EL PRINCIPIO
En el principio, el aguaabrió todas las puertas, echó las campanas al vuelo,subió a las torres de la paz -eran tiempos de paz-,bajó a los hombros de mi profesor-aquellos hombros suyos tan metafísicos,tan doctrinales, tanflorecidos de libros de Aristóteles-,bajó a sus hombros, no os engaño,y saltó por su pecho como un pájaro vivo.Ah, no te olvido,a ojos cerrados te recuerdo tapiando las ventanas,sobre el papel en blanco de la vidadejando caer tinteros y palabras de piedra.Y era lo mismo: yo seguía puro;los últimos de clase, los expulsados por llevar ternura en los bolsillos,seguíamos puros como el viento.Antes de Thales de Mileto,mucho antes aún de que los filósofos fueran canonizados,cuando el diluvio universal,el llanto universal,y un cielo todavía universal,el agua contraía matrimonio con el agua,y los hijos del agua eran pájaros, flores, peces, árboles,eran caminos, piedras, montañas, humo, estrellas.Los hombres se abrazaban, uno a uno,como corderos, las mujeresdormían sin temor, los niños todosse proclamaban hijos de la alegría, hermanosde la yerba verde,los animales se dejabanllevar, no estaban solos -nadie estaba solo-,y era feliz el aire aun sin ponerse en movimiento,y en el espejo de unas manos llenas de aguaiba a mirarse la esperanza, y estaba limpia, y sonreía.(Aquí quisiera hablar, abrir un libro -aquí,en este instante sólo-de aquel poeta puro que sin cesar cantaba:"El mundo está bien hecho, el mundo estábien hecho, el mundoestá bien hecho ... " -aquí, en este instante sólo-.)¡Y cómo no iba a estar bien hecho,si en aquel tiempo las palomas altasse derretían como copos,si era inocente amarse desesperadamente,si las mañanas claras, recién lavadas, dabansu generoso corazón al hombre!Aquello era la vida,era la vida y empujaba,pero,cuando entraron los lobos, después, despacio, devorando,el agua se hizo amiga de la sangre,y en cascadas de sangre cayó, como una herida,cayó sobre los hombresdesde el pecho de Dios, azul, eterno.
I
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
II
Poesía,
tristeza honda y ambición del alma,
cuándo te darás a todos... a todos,
al príncipe y al paria,
a todos...
sin ritmo y sin palabras!
III
Sistema, poeta, sistema.
Empieza por contar las piedras,
luego contarás las estrellas.
IV
Ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño...
una pluma de amor en el costado.
V
No andes errante...
y busca tu camino.
-Dejadme-.
Ya vendrá un viento fuerte
que me lleve a mi sitio.
“Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no
está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que
no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena
para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con
drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de
miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad
posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en
lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda.
En su escuela, escuela del crimen son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero
está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque
su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela.”
Eduardo Galeano.
Ese hombre o mujer, está embarazado de mucha gente. La gente se le sale por los poros. Así lo muestran en figuras de barro, los indios de Nuevo México: el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotado de personitas.
Eduardo Galeano. El libro de los abrazos.
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