jueves, 24 de diciembre de 2015

Un abrazo, dos besos y un apretón de manos.




Nada queda ausente en el abrazo,
el sentido del tacto lo vuelve eterno.
Su emoción  empuja desde dentro
al sentimiento que nos nace en cosquilleo.
Nada queda ausente en el aroma,
en su textura, en su color.
En la calidez del gesto.
Que explosiona e implosiona  al mismo tiempo
en la huesuda catedral del pecho.
Y aunque se vuelva frágil, frugal, etéreo.
Corpóreo,  material o físico,
nada queda ausente en este entorno,
en esta eterna sensación de encuentro,
junto al otro, en uno mismo,
fuera o dentro de su espejo.
….

Con dos besos te bautizo
en la comunión de los esposos.
Con dos besos, dos arrullos,
con dos besos ,
uno solo.



En un apretón de manos
se extiende un puente levadizo,
por encima del tiempo pasado
en consecución de caminos.
En un apretón de manos
el campo parece mas verde.
El sol más alto, más claro.
La sonrisa más apacible.
En un apretón de manos
no hay fronteras conocidas.
La propiedad se diluye
se disuelve en su mentira.
Y el mundo aparece redondo,
más ancho, más largo, más libre.
En un apretón de manos.
En el maridaje de sus comisuras.

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