que me dormí entre las lunas.
Y dejé que sus reflejos
mordieran mi corazón.
Cuánto espacio
hemos recorrido desde entonces.
Tú en el camino del tiempo
y yo en el del olvido.
No hay nada más lejano,
ni más palpable,
ni más sonoro
que aquellas lágrimas que rescaté
desde el recuerdo.
Y no lo llamaré melancolía.
No lo llamaré resentimiento.
Ni dolor, ni temor.
Ni desespero, ni amargura.
Y agradeceré que tú tampoco.
Lo escribiré con el amor
que entonces, y quizá ahora,
aun nos tenemos.
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